¿Qué puedo decir? Anoche presencié un partido de amigos dónde el resultado fue lo de menos. Ya en la previa, se podía sentir el ambiente festivo. Ambos equipos se reunieron a esperar la hora del match, compartiendo un refrigerio. Debo confesar que me llamó poderosamente la atención la opípara picada, y las sendas cervezas, con la que se despachó una de las parcialidades, pero contrariamente a lo que este cronista pensó, esto no influyó en el desempeño del equipo. No obstante, el exceso de salamín pudo percibirse en la piel de algunos jugadores en el transcurso del juego… después de él y en viaje de regreso.
Yendo estrictamente a lo futbolístico, no creo que valga la pena hacer mucha referencia al desarrollo del partido. Me parece que ya lo dije todo al principio. Se trató de un encuentro muy parejo y cualquiera de los dos equipos era merecedor de alzarse con la victoria. El gran ausente de la noche fue nuestra estrella, Trapito Aleandri. No obstante, el Pitufo Grasso le rindió un lindo homenaje emulando una de sus vistosas caídas.
Para finalizar, quiero cerrar la edición de hoy pagando una postergada promesa. En nombre de todos los que hacemos Il Giornale dil Fulbo (yo, y mi problema de personalidades múltiples) dedico este número a esa maravillosa mezcla de Pablo Echarry en Montecristo y María Kodama: El Galgo Melo; un aguerrido luchador del medio campo, el verdadero dueño de la pelota.
Fer, ¡esto es para vos!
Un Servidor
El Galgo Melo |
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